EMPEZANDO MI PROPIA INUNDACIÓN DEL LIBRO DE MORMÓN


Howard J. McOmber II meditó sobre la exhortación del presidente Benson de inundar la tierra con el Libro de Mormón. Se preguntó: “¿De qué manera puedo yo personalmente ser una parte importante de una inundación de ese tipo?
“Entonces, una noche”, dijo el hermano McOmber, “al estar meditando en ese problema, me di cuenta de que podía dar a cada persona de mi cuadra la oportunidad de recibir un ejemplar del Libro de Mormón.
“Pero había un problema: ellos me conocían. Sabían que mi perro ladraba con demasiada frecuencia… y muy temprano en la mañana. Sabían que mi jardín no era el mejor cuidado del vecindario. Sabían cuáles eran mis faltas como vecino; probablemente me rechazarían.
“Decidí tener fe y proceder de todos modos. Les iba a ofrecer el libro, aunque lo tiraran a la basura o dejaran que acumulara polvo por años en algún estante. Sin embargo, me vi a mismo pensando negativamente; casi me había convencido a mí mismo de que nada resultaría de mis esfuerzos.
“Luego recordé que yo conocía a mis vecinos por lo menos tan bien como ellos me conocían a mí. Unos cuantos habían dicho chistes de carácter turbio en la última junta para el desarrollo de la comunidad, y otros habían tomado demasiado en el último asado del vecindario. Algunos parecían tener poco propósito en su vida. Me pregunté cómo hubiera sido yo si no fuera miembro de la Iglesia o si nunca hubiera escuchado sobre el Libro de Mormón. Indudablemente este libro podía ayudar a los que le dieran la oportunidad.
“De modo que me puse en contacto con todas las personas de mi cuadra y les ofrecí un ejemplar del Libro de Mormón; ¡y todos me lo agradecieron! Me fue tan bien que seguí con la siguiente cuadra, completé mi urbanización y me pasé a la siguiente. Cuando terminé, había ido a 104 casas y había entregado cuarenta libros.
“Comenzó a ser más fácil ofrecer ejemplares del Libro de Mormón a mis conocidos.
“Con el tiempo di ejemplares del Libro de Mormón a los 75 empleados de mi trabajo, de los cuales veintitrés recibieron las lecciones misionales; siete se bautizaron más adelante, y cuatro hijos de mis compañeros de trabajo también se unieron a la Iglesia. Un hombre recibió dos lecciones, pero luego perdió interés en investigar la Iglesia. Siete meses después, tras haberse cambiado de trabajo a otra compañía, me llamó para decirme que había estado leyendo el Libro de Mormón y que se había dado cuenta que estaba sintiendo la influencia serena y pacífica del Espíritu, tal como yo lo había descrito. Al poco tiempo, él también recibió todas las lecciones y se bautizó.
“Amo el Libro de Mormón. Lo considero como la tarjeta de presentación del Señor, y me ha maravillado lo fácil que es empezar con él una inundación espiritual en una escala personal. Cuando llevamos a cabo la obra del Señor, contamos con Su ayuda”
- Howard J. McOmber II, en “Finding Truth in the Book of Mormon”, Ensign, enero de 1996, págs. 10–11.
Lee más acerca de la importacia del Libro de Mormón en el siguiente link: Inundar la tierra con el Libro de Mormón y absorber sus enseñanzas nosotros mismos

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